martes, 30 de enero de 2018

Fernando Pando

No hay sorpresa, Fernando,
ni dolor; en un ventinueve
callado has partido silencioso
ausente de quejas y gemidos.
Ayer, atravesando Cayón
muy cerca de la Alameda
muy próximo al rio
cerca de la Torre almenada
unas últimas hojas secas
volaron sobre el camino.
Poco antes, San Román;
camino declinante
deslizaba hacia Argomilla,
tierra de piedras sagradas
unidas a Santa María
llamaban a despedida.
¿Por qué te sentí partir?
Porque he sabido tu salir
porque las hojas hablaron
porque el rio murmulló
porque la Torre lloraba.
Ya en la noche volví a ver:
tus esperas en Cayón
que abandonabas
sujeción última, que rompiste
y en tránsito definitivo
volar al lugar de donde viniste.
Un abrazo, Fernando,
sin sorpresa ni dolor.
Ausente de quejas
celebramos esta llegada
a tu Paraíso perdido.

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